La mayoría de las personas sufrimos estrés en algún momento de nuestra semana. En general estamos muy necesitados de calma, de tranquilidad, de frenar un poco… Y en un contexto de velocidad, presión y ansiedad la tecnología que usamos diariamente juega un papel fundamental. En muchas ocasiones haciendo la vida más fácil y en muchas otras, complicándola.
Según el Informe Ditrendia Mobile en España y en el Mundo del 2020, dedicamos casi 48 días completos al año a nuestro teléfono. El consumo masivo de productos digitales nos ha sumergido en lo que ya se ha empezado a denominar como ‘mercado de la atención’, en el que se compite constantemente por el tiempo de los usuarios. ¿Quién no ha estado en una reunión de amigos en la que todos tienen la nariz pegada a la pantalla del móvil y nadie disfruta del momento real que están viviendo? ¿Cuántas veces te has metido en Instagram y te has dedicado a hacer scroll como un zombie perdiendo la noción del tiempo? ¿De qué sirven las notificaciones que nos llegan constantemente al móvil? El 95%, para nada. Solo para distraernos y generarnos ansiedad. Esto no lo digo yo, en los últimos años han surgido una serie de documentales, libros y artículos que hablan de la parte más nociva de estar constantemente conectados y cómo el uso excesivo de la tecnología nos perjudica. Personalmente, como diseñadora UX, me preocupa seguir alimentando la rueda de crear productos adictivos y que van contra el bienestar de las personas.
Los visionarios Weiser y Brown
Hace más de 20 años, dos investigadores de Xerox PARC, Mark Weiser y John Seely Brown, ya estaban cuestionándose este tipo de problemas. El Xerox PARC (Palo Alto Research Center) era un centro de investigación en el que se hacían grandes preguntas sobre cómo las personas y los ordenadores interactuaban y qué podía implicar eso en los años venideros. Weiser y Brown pensaron en cómo proteger la fragilidad cognitiva de las personas frente a la masiva cantidad de información que recibirían en el futuro. El término Calm Technology surgió de esa investigación en la que ya advertían que el recurso más escaso de las sociedades desarrolladas sería la atención.
Dos décadas después, y sumergidos por completo en la vorágine digital, la antropóloga y diseñadora UX Amber Case escribe un libro llamado, cómo no, ‘Calm Technology’ donde pone en valor la investigación realizada por Weiser y Brown, adaptándola a la actualidad. La autora define las Calm Technologies como «la tecnología que no irrumpe, se aparta. Nos deja vivir nuestra vida, amplifica nuestras capacidades como seres humanos, nos acerca a otras personas y además… ¡funciona!».

Desde mi punto de vista, hay 3 agentes que son indispensables para alcanzar un uso saludable de la tecnología:
#1 Las personas
La primera es la responsabilidad individual y la concienciación. El autocontrol como usuarios es fundamental a la hora de, por ejemplo, disminuir el uso del móvil. Esto es complejo y resulta difícil de conseguir si no tenemos claro lo nocivo que puede llegar a ser y cómo nos afecta en nuestro día a día. Pensemos en el tabaco hace 80 años y todo lo que los consumidores no sabían sobre sus consecuencias para la salud.
#2 Los diseñadores
Por otro lado está la responsabilidad de los creadores y diseñadores de productos digitales, la parte que me toca más de cerca. A la hora de diseñar un producto digital y que se pueda considerar Calm Technology, Case define en su libro los principios a tener en cuenta, siendo estos algunos de los más importantes:
- La tecnología debe requerir la menor cantidad de atención posible. Y solo cuando sea realmente necesario, comunicando la información sin sacar al usuario de su entorno o tarea. Un ejemplo doméstico podría ser una cafetera italiana, que mediante el sentido del olfato y el oído te hace saber que tu café está listo.
- Un producto debe potenciar lo mejor de la tecnología y a su vez, lo mejor de las personas. Como el buscador de Google, que al hacer una consulta te muestra los mejores resultados de entre millones para que luego tú, humano, termines de decidir.
- La cantidad correcta de tecnología es la mínima necesaria para resolver el problema. Hay que reducir funcionalidad innecesaria para que el producto haga lo que debe hacer y nada más. Casi siempre en diseño, menos es más.
#3 Las empresas
«Tenemos que dejar de diseñar tecnología invasiva lo que, a su vez, exigiría una programación ética y el desmantelamiento casi por completo del mercado de la atención. Esto, claro está, choca frontalmente con muchos intereses y no es nada sencillo de acometer en espacios monetizados.» Case da en la clave del problema: el actual «mercado de la atención» exige que muchos productos se alejen de ser una Calm Technology.
¿Un reto imposible?
Teniendo esto en cuenta, empresarios, ingenieros y diseñadores debemos poner a disposición de los usuarios más información sobre el problema para generar concienciación y así ponerle fin al mercado de la atención. Sé que el reto parece imposible, casi una utopía, pero un diseño responsable es la única vía para que de verdad podamos sacarle partido a la tecnología, para que las nuevas herramientas y las inmensas posibilidades que ofrecen estén al servicio de las personas.
Belén Fernández-Santos Ruiz es Product Designer en mendesaltaren.
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